domingo, 31 de marzo de 2013

Tessa, de "La ninfa constante"

Descripción de Tessa, del libro "La ninfa constante" de Margaret Kennedy, que me recordó a alguien.


Tessa alcanza el prodigo de permanecer libre en su amor, lo cual le permite amar sin hostilidad ni orgullo. Su naturaleza tiene todas las seducciones del artificio, y para agradar no se mutila nunca, ni se disminuye ni se fija como objeto. Rodeada de artistas que han comprendido toda su existencia en la creación musical, no siente en sí ese dominio devorador; se prodiga totalmente en amarlos, comprenderlos y ayudarlos, y lo hace sin esfuerzo, con una generosidad tierna y espontánea, por lo que permanece perfectamente autónoma hasta cuando se olvida de sí en favor de los otros. 
Gracias a esa pura autenticidad le son evitados los conflictos de a adolescencia; puede sufrir a causa de la dureza del mundo, pero no está dividida dentro de sí, y es al mismo tiempo una mujer muy sabia, y tan armoniosa como una niña despreocupada. La joven sensible y generosa, receptiva y ardiente, se encuentra totalmente dispuesta para transformarse en una gran enamorada. 
Cuando no encuentra el amor, le sucede que encuentra la poesía. Como no actúa, mira, siente, registra: un color o una sonrisa encuentran ecos profundos en ella, porque su destino está esparcido fuera de della, en las ciudades ya construidas, en los rostros de los hombres hechos; por eso, toca y gusta de una manera al mismo tiempo apasionada y más gratuita que el joven. Como está mal integrada al universo humano, y le cuesta trabajo adaptarse a él. es capaz de verlo como el niño; en vez de interesarse solamente en su aprehensión de las cosas, se interesa por su significado y capta sus perfiles singulares, sus metamorfosis imprevistas. Es raro que sienta en sí una audacia creadora, y casi siempre le hacen falta las técnicas, que le permitirían expresarse, pero en sus conversaciones, cartas, ensayos literarios y esbozos le sucede manifestar una sensibilidad original. La joven se precipita con ardor sobre las cosas porque aún no está mutilada en su trascendencia, y la circunstancia de que no realiza nada, de que no es nada, hará que su impulso sea mucho más apasionado: vacía e ilimitada, lo que intentará alcanzar en el seno de su nada es el Todo. Por eso dedicará un amor singular a la Naturaleza, a la cual rinde un culto mayor aún que adolescente.
Indomeñable e inhumana, la Naturaleza resume con más evidencia que nada la totalidad de lo que es. La adolescente no se ha anexado todavía ninguna parcela del Universo, que gracias a esa desnudez es todo su reino, y cuando toma posesión del ancho mundo también toma la orgullosa posesión de sí misma.