Dicen
que el mayor reto es salir de tu zona de confort, pero por eso la llaman así,
porque es lo que conoces y donde te sientes lo que eres. A mí me gusta salir de
vez en cuando y descubrir lugares nuevos pero en ocasiones creo que eso también
ya forma parte de mi rutina.
Sin embargo, en cuatro meses me he enfermado del estómago
tres veces, he vivido en cuatro lugares diferentes y he viajado a tres. A todas
esas experiencias van aunadas muchas nuevas, socializar para conseguir
camaradas de salida, de momento, de fin de semana y entre ellos uno que otro
amigo; añado la experiencia de una relación amorosa estable y todos los miedos
que me frenan y las esperanzas que me empujan.
En el último viaje yo quería encontrar como
esas revelaciones divinas que se te dan cuando te alejas de algo pero ¿alejarme
de qué? Todavía no tengo una vida fija de la cual alejarme, sería como alejarme
del alejamiento previo; lamentablemente no obtuve respuestas de ningún tipo, no
hubo catarsis ni mucho menos, solo la firme convicción de estar constantemente
fuera de mi zona de confort. Creo que las decisiones ya las tomé, solo estoy
viviendo las consecuencias de estas decisiones y hasta la fecha no me he
arrepentido de nada, de hecho de nada serviría eso.
Ahora que es diciembre estoy por pasar a mi
ritual de cierre de año, en el que escribo una recapitulación de lo que cambió
y de lo que permaneció, eso siempre me ayuda. Además estoy en el proceso de
plantearme nuevas metas porque las pasadas ya se cumplieron en su totalidad,
éstas las propuse hace dos años más o menos.
Lo que es verdad es que una parte de mí
quisiera regresar a la zona de confort o poder construirla aquí pero sé que no
es posible ya que mi naturaleza tiende a llevarme a descubrir lo nuevo y que
mis decisiones sean tomadas con el corazón. Ustedes hermanitas han sido un
apoyo grande a través de estos momentos.
Abrazos y así.