lunes, 28 de diciembre de 2009

Twinkle, twinkle, little star...





Desde pequeña me gusta ver al cielo, recuerdo una vez en que un maestro que parecía que fumaba mariguana (y de hecho creo que sí lo hacía), nos dejó de tarea contar las estrellas del cielo. Siempre he sido tan ingenua, que me salí a las 8:00 PM a acostarme sobre la Caribe de mi papá a contarlas, y comencé. Creo que a pesar de lo insistente de mi papá, y de su burla callada de lo que yo estaba haciendo, persistí en mi objetivo. Veía tantos puntos de luz, pero quería contarlos todos, así como esperando lograr quiméricas tareas, como las que sigo realizando a diario. Querer contar las estrellas es como de repente tener fe en la gente.



Después de un rato y por el frío me regresé a la casa, decepcionada, con los dedos que ya no me alcanzaban para contar y un poco triste porque no pude hacer mi tarea bien (sí, así de ingenua). Al día siguiente el maestro con risa dice: pues las estrellas no se pueden contar, son infinitas, y me decepcioné tanto de él porque creo que aunque lo digan, las estrellas sí son finitas, unas nacen y otras mueren, pero se puede saber su cantidad; reitero, es como tener fe en la gente o soñar cosas imposibles.



Sin embargo uno voltea arriba y ve esos cuerpos incandescentes, brillantes, o como diría Pumba "bolas de gas quemándose a millones de kilómetros de aquí", por lo que no puedes dejar de pensar en lo pequeños que somos, y tantas cosas que pueden existir aparte de nuestro mundo, de la vida aquí, de nuestra vida o de nuestros problemas.



Nunca se sabe qué tan lejos están unas de otras, pero hacemos constelaciones y les ponemos nombres, que si Tauro, que si la Osa mayor o menor, que si Acuario o el Cinturón de Orión. Esta última constelación era mi favorita desde pequeña, y es que recuerdo que para diciembre mi mamá volteaba al cielo y me señalaba esas tres pequeñas estrellas, diciéndome que eran los tres reyes magos, que se dirigían hacia el niño dios, para llevarle sus regalos, y jugábamos a ver si estaban ya más cerca, y si llegarían a mi casa a traerme una Tutsi bota, como cada año.



Ya se acerca el día de reyes, y no he salido a asomarme a buscar esa constelación, pero pensaba en ella constantemente esta mañana, en la que recordé que para el 6 de enero me alejaré de mi ciudad y me iré a buscar suerte lejos, y que para esas fechas Kuruni estará también lejos de su lugar de origen, y quizás en unos días más, Karabá se mueva para Cuernavaca.



No pude evitar comparar entonces mi constelación favorita con nosotras tres (sí, que cursi), porque si te fijas bien, uno desde aquí de la Tierra no puede saber si esas tres estrellas están a cuantos millones de años luz, pero desde aquí son una misma línea unida, son un cinturón y son una constelación. Somos estrellitas que quizás vivamos lejos, pero siempre hay y habrá un lazo que nos una, y considero que es éste. Así que no importa lo lejos que estemos, desde aquí, desde el blog, somos una línea de estrellas en conjunto, brillando la una para la otra.



Les deseo la mejor de las suertes a las dos, un éxito profundo, y ha sido un placer compartir cosas con ustedes.

6 comentarios:

Karabá dijo...

Awww, sis, ¡eres tan nena! Te quiero mucho :) Orión también es como mi favorita. Me recuerda a mi abuelita, porque fue ella quien me contó eso de que eran los reyes magos...

Ana Marinera dijo...

No soy nena...

Ana Marinera dijo...

Soy un pájaro prieto que vuela jeje

Karabá dijo...

Jaja, ándale pues, pájaro prieto...igual tqm ;)

Kuruni dijo...

Ay hermosas.... desde hace una semana que desmadré el depa no tengo internet y aquí ando en una universidad que aún no es mía en un país que no es mío en un idioma que no es mío...

Pero tienes razón sí las traigo conmigo... de una manera muy personal y muy rara pero muy mía. LAS ADORO Y LES DESEO TODO EL ÉXITO DEL MUNDO. Abrazos y besos y bendiciones y sonrisas.

Kuruni dijo...

PD.- El dibujito de mafalda rulea infinitamente.